Son las 5.30 h., suena el despertador y comienza el día que llevo
preparando más de 5 meses…
Todo comenzó en el mes de septiembre de 2013. La idea de correr una
maratón estaba en mi cabeza desde hacía unos años, y decidí hacer la inscripción
a la de Madrid (con mucho miedo). Estuve leyendo revistas, viendo
entrenamientos desde varias páginas web, en definitiva, informándome bien para intentar
alcanzar el objetivo de acabar la maratón sin “palmarla”, jajaja. Pero la
verdadera fuerza, me llegó en noviembre de 2013, a través de mi sobrino Óscar y
el diagnostico de su síndrome llamado Koolen de Vries. Pensé que si él podía
con todos los obstáculos que se le iban presentando, yo tendría que hacer lo
mismo. Y con esa decisión, empecé los entrenamientos y su lucha me dio la
fuerza en los momentos más difíciles de la preparación para la maratón.
El día de la carrera, ya con la mochila preparada con todos los
detalles que el presi me había indicado los días anteriores (gel, calcetines,
térmicas, gafas de sol…) me dispuse a desayunar tranquilamente para no romper
ninguna rutina diaria. Tenía la TV puesta pero apenas le hice caso, sólo tenía
en mente la carrera y que mi menisco no me diera mucha guerra (reconozco que me
obsesioné con la maratón). Quería empezar la prueba y dedicar toda la energía
de mi cuerpo y de mi mente para acabarla. Quedé con mi padre a las 7.20 h. para
llegar puntuales al punto de encuentro, el parking “propiedad del Club Einde”.
Allí estaban mis compañeros del club que viven en Parla (9 Dedos, Zapatitos,
Gargantas, Mediamano y Botellitas). Con los demás compis del club, que viven
fuera de Parla, quedamos en el Hotel Ritz a las 8.15 h. Llegamos a Madrid, aparcamos
sin problema y allí mismo nos preparamos y nos acercamos a dejar la ropa en el
ropero. A las puertas del Ritz, estaba también esperándome un compañero de
trabajo, Miguel A. Redondo, que me iba a acompañar durante los primeros 30 km. Una
vez todos juntos, nos fuimos a los cajones de salida. Quedaban 5 minutos para
empezar y la emoción empezaba a invadirme el cuerpo, nos deseamos suerte todos
los compis del club y a darle al running.
Ya estaba todo hecho: la preparación, los entrenamientos y por supuesto mi
camiseta con el nombre de mi sobrino y el nombre del síndrome que le han
diagnosticado para darlo a conocer por todo Madrid. Ahora tocaba disfrutar de
la carrera.
Empezamos controlando la marcha, quería llevar un ritmo entre 6’ y
6’10”. Los primeros 10 km los pasamos
muy bien de ritmo, empezando por la subida de Castellana hasta la bajada desde
Cuatro Caminos. En ese momento estaba disfrutando de la compañía de Miguel
Ángel, Vulkan y Linternas (gracias por darme el agua para no tener que parar el
ritmo) y por supuesto de correr por Madrid. Los siguientes 10 km fueron los más
cómodos. Sobre el Km 14, aproveche para tomar mi primer gel y bebí agua, pues
hacía bastante calor y no quería deshidratarme a lo largo de la carrera. Esta
parte de la maratón es las más bonita en cuestión de edificios y lugares
emblemáticos (la Puerta del Sol, Preciados, Gran Vía, el Palacio Real, la
Catedral de la Almudena, el Balcón de Rosales, la estación de Príncipe Pío, etc.,
y por supuesto, Madrid Río). Es impagable poder correr por estos sitios y más
con los ánimos de los numerosos madrileños que se dieron cita a lo largo de
todo el recorrido. Hubo varios momentos importantes en la carrera, pero la
bajada de Preciados hasta Sol fue alucinante. Había muchísima gente en esa
parte, pero fue muy especial sobre todo porque allí estaba toda mi familia (mi
mujer, madre, padre, hermano, hermana, cuñada, suegra y sobre todo Óscar).
Tenía buenas sensaciones, pero al verles a ellos y además llevarme la sorpresa de que mi hermano se ponía a correr conmigo, fue para mí un plus de energía.
Ya teníamos hecha la media maratón, ahora tocaba la parte difícil. Con
una bajada para descargar piernas por el Balcón de Rosales y un falso llano por
la Avenida de Valladolid, llegamos al km 25, la entrada a la temida Casa de Campo,
la parte en la que estaba esperando el famoso “Muro”, que finalmente me llegó
sobre el Km 28. Pero con una actitud positiva (¡qué bien me ha venido meditar!)
y ayudándome de un gel y agua, lo superé bien.
Según nos íbamos acercando al Km 30, donde mi compi Miguel Ángel
terminaba, nos encontramos con una subidita de las buenas, pero con la gente
que te anima y con el pensamiento de que me estaba esperando mi amigo de la
infancia, Jose Román, para acompañarme los últimos 12 Km., superé la cuesta sin
problemas. Por supuesto, no me olvido del increíble comportamiento de mi
hermano Iñaki (menos mal que sólo tenía intención de correr 5 km, jajaja, al
final el tío se metió para el cuerpo unos 24 Km). En ese momento ya tenía claro
que terminaría la maratón por lo civil o por lo criminal, pero a su vez para mí
fue la parte más dura. El tramo entre el km 32 y el 37, fue durísimo, una
cuesta tras otra. Subimos por el Paseo Imperial, Paseo de las Acacias, Glorieta
de Embajadores y Glorieta de Atocha y a nuestro ritmo, seguíamos quemando
kilómetros.
Cuando nos acercábamos al Museo Reina Sofía, alrededor del Km 37
sucedió lo que más temía, me dio un pinchazo en la parte posterior de la
rodilla, que me hizo detenerme. No me asusté, pero preferí hacer una parada
para que me echaran réflex y tomar el último cartucho de Glucosport que llevaba
en mi porta-dorsal acompañado de agua. Decidí andar 1km para relajar la rodilla
y los isquios que estaban bastante duros. Esto no me hizo venirme abajo, sino
todo lo contrario. Yo tenía claros mis objetivos y no era el tiempo, era
terminar la maratón y enseñar a Madrid que las enfermedades raras existen y que se deben
poner todos los medios que hagan falta para curarlas, o por lo menos ayudar y
dar apoyo a las familias cuando más lo necesitan, que detrás de cada
enfermedad, a nadie se le puede olvidar, que existen personas, no un número de
paciente.
Continuamos subiendo, ojo con la subida de Velázquez en el Km 40,5
aprox., pero bueno, ya daba todo igual, pues estaba claro que estábamos tocando
con los dedos la recta de meta donde estaría toda mi familia esperándome. Con un
último esfuerzo llegamos a la meta y encima no podía haberlo imaginado de mejor
manera, entramos Óscar, Iñaki, José Román y yo juntos, con un tiempo de 4:40:58.
Lo había conseguido, después de tantos meses de preparación pude lograr el
objetivo y debo de reconocer que a día de hoy todavía no me lo creo.
Quiero dar las gracias a Juan, por haberme ayudado tanto y estar
pendiente de mí en todo momento, sin tu ayuda no lo habría conseguido. Gracias
también a mi Padre, mi asistente personal en todas la carreras que he
disputado, a Miguel Ángel Redondo por acompañarme y llevarme en volandas
durante 30 km. También a mi hermano Iñaki y a mi amigo Jose Román por hacerme
una segunda parte de carrera tan fácil. Y por supuesto, gracias a todos mis
compis del club por su apoyo.
El Recorrido